12/03/2007

Dedicado a Fausto Lara

Si habrás visto pasar gente con la camiseta granate por la puerta de tu casa. Si habrás sentido los gritos de la cancha, ahí nomás, a tres cuadras, mientras nos llevabas a todos, los chicos, para ver otra vez a Lanús, en aquellos años 80, cuando jugábamos los sábados. No me imagino lo que sentías al llevar a una tropa de pendejos, todos quilomberos, a sentarse uno al lado del otro, en uno de los codos, en el que da a Guidi, en la antigua cancha de tablones. No se que tenías, pero la verdad es que las ganas de romper las pelotas se iban pasando en esas tres cuadras, y llegando a la cancha, lo que importaba era el fútbol, la camiseta, y observar el espectáculo frente a nuestros ojos. Escuchar los bombos, ver lo papelitos.
En eso nos pasaron años, siempre en la misma vereda, siempre en el mismo codo, y caminando las mismas cuadras desde Madariaga hasta la cancha. El paisaje era el mismo, pero los chicos ahora eramos más grandes. El fútbol se sentía también de otra manera, se gritaba de otra manera.
Nunca cambiaste, nunca dejaste de poner esa mirada terrible, de furia, cada vez que alguno se le ocurría tirar una puteada al árbitro o a alguno de los jugadores. Costaba mantener el control, y bueno, deslices tenemos todos, hasta de chicos.
Al lado tuyo se sentía una seguridad tremenda, tus dos metros eran como una gran muralla china para todos nosotros, tu barba y pelo cano completaban la foto de guardián granate. Pero los pibes crecen, y ya nos ibamos arreglando para escaparnos en el entretiempo para la otra tribuna, así, haciéndonos los giles, pensando que no te dabas cuenta, creyendo que era parte de una travesura. -Me voy a comprar un chori-, decía uno, -yo te acompaño-, mandaba otro, y así nos íbamos escapando de a uno, y nos arrimábamos más cerca de la hinchada, un mundo que se muestra de lejos, pero que despertaba todas las intrigas de nuestras cabezas prepúberes.
Nunca nos dijiste nada cuando volvíamos, a lo más alguna pregunta irónica respecto de la demora en la compra de los choris o de que nos habíamos perdido. Estoy seguro que de lejos nos seguías, que nos mirabas para saber donde estábamos. Pero en el fondo, sabías que en alguno momento esto tenía que pasar, como seguramente lo viviste vos con tu viejo, como tantos otros también lo fueron viviendo de a poco.
Después empezamos a irnos solos para la cancha. Ya no caminábamos esas cuadras. Fue algo que no necesitó palabras, simplemente empezó a cambiar. Igual nos veías, eso está claro. Igual nosotros sabíamos que estabas allá, en el codo. Recuerdo cuando me quisieron afanar el reloj, ya más grande, y en el forcejeo le pegaron a Wipom, salimos corriendo para el codo, sabiendo que estabas allá. Eso siempre lo supimos. Nos agarraste en medio de la carrera, nos viste llorar de impotencia y nos consolaste. Un grande.
Ya estábamos lanzados igual. Para entrar a la cancha, era cosa de que alguno llevara el carnet de socio, y sólo con ese pasaba todo el resto de la tropa. El gesto técnico salía perfecto, lo mostrabas y en un golpe de muñeca ya se lo estabas pasando al de atrás, en fila india. Son esos momentos en los que uno se siente como Houdini o como el mago ese que se ponía en la 9 de julio, cerca de la estación, que cada truco que intentaba le salía como el orto. El guardia seguro que cachaba la movida al toque, pero miraba para el costado, total, eramos un grupo de pibes nomás. Todos con la camiseta, con cara de inocentes. Igual, si no resultaba esa teníamos otras. Un par de veces nos colamos por el portón de atrás, uno que daba a unas casas. Esa sí que era más peligrosa, porque la reja tenía como cuatro metros de alto.
Sin duda que la experiencia de ir a la cancha ya había cambiado para nosotros, para los partidos nos íbamos con la hinchada, para mezclarnos primero en los quinchos donde se armaba la previa. Pendejos todos, mirando de lejos, con intriga de ese mundo.
Fabián, uno de los de la hinchada había ido a pintar mi casa una vez, y le regalé un gorrito, me acuerdo. El loco cuando me veía me saludaba, se ve que no le habían tocado muchos de esos gestos en su vida, porque se veía siempre genuinamente agradecido, y me decía -si alguien te jode me avisás- en su tono ronco de tabaco y vino. Viste, no estaba sólo.
En los partidos nos metíamos al medio de la hinchada. Ahí sentí por primera vez el olor a porro, y entendí que lo de la cancha no era ninguna joda, que había tipos bravos, y que más de alguno andaba cargado. Ví lo que es el respeto ganado a las piñas, ganado también al ponerle el pecho a la cana, ganado por preocuparse que en las corridas los más pibes no quedaran atrás, como me pasó a mí una vez, que me caí una vez escapando de los gases de la policía, y que uno de la hinchada me levantó y me llevó corriendo. Ese partido fue contra Huracán, el cla´sico de esos tiempos, Banfield no existía, y Los Andes o Talleres eran de menor categoría, aunque bravos también. Ese partido no me lo olvido, ganamos 2-1, con un golazo de Villagrán, nuestro gran ídolo en esos tiempos. Te acordás como la pisaba el uruguayo!!!
Ese mundo era el que anhelábamos conocer, los colores, los bombos, los papelitos, y la gente de cancha, pelo largo, tatuajes y todas cosas nuevas, desconocidas. Jamás olvidaré que cuando el Grana salía a la cancha, los papelitos eran como un techo, que tapaban por un segundo el sol que nos castigaba. La primera vez que lo viví fue como si el tiempo se hubiera detenido.
Este fin de semana que pasó, todos estos recuerdos se me vinieron encima, Fausto, todos juntos. Pensé en todas las veces que imaginé vivir este momento. Pensé en todos los pibes, en la banda, que pasara lo que pasara, nos íbamos a juntar en la cancha. En todos los que no pudieron estar presentes para disfrutar este momento. En el Chino, y en Faustito, en Luciano, en Wipom, que por ahí debe haber estado, en el Eche, que también seguro anduvo haciendo de las suyas, en Norber, que fue a la bombonera, en mi abuelo, que era hincha de Vélez, pero que llevaba a Lanús en el corazón, como todos nosotros, en Jorge, que seguro lo vio con vos.
En los que estamos lejos pero que toda la vida los estuvimos esperando. En los que, como vos, miraban desde arriba. Pensé en lo que habría sido esta fiesta, en la gente en la 9 de julio, en la estación, en 25 de mayo, en todo Lanús. Que regalito de navidad para todos.
Yo se que lo estás viendo, eso lo tengo por seguro, como también se que cada vez que mire para el codo te voy a ver con la misma cara, la misma estampa, el mismo espíritu de siempre. Esta vuelta es para vos Fausto.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Chule:
Ayer leimos estas lineas con mi hermana Maru.
Gracias, mil gracias!!!!!

Es hermoso saber que recordas asi a Tito, y que nuestra niñez esta unida tambien por estos recuerdos maravillosos.

Te quiero mucho y me encantaria darte un abrazo enorme que compense todos estos años.

Jime

Mariano Rosenzvaig H. dijo...

Los recuerdos nos seguirán acompañando. En un día muy especial, se me cayeron encima todos estos años, y sin duda tu viejo está presente. Ya nos veremos, y nos damos ese abrazo, aparte que me encantaría conocer a tu hija.
Un beso grande.

Anónimo dijo...

Buenísimo.
Acá en el pueblo donde vivo, no pueden entender eso de ir a la cancha y aprender.....
Gracias por lo del viejo.
Un abraso grande. Jorge

Mariano Rosenzvaig H. dijo...

Que grande Jorge. Con esto de dar la vuelta, los recuerdos se caen solos. Un abrazo de vuelta, para vos y para la familia.

Chicho dijo...

NO te conozco, no se como sos, cuantos años tenés, dee que manera saludas, ni a que edad te enamoraste de una chica por primera vez...

Lo que se, es que amas a Lanus y a este "guardian granate"

Tengo lágrimas en los ojos...

El amor es una fuerza muy poderosa, aguante el grana.

Chicho

Mariano Rosenzvaig H. dijo...

A la distancia, el sentimiento es aún más grande. Tus comentarios lo dicen todo. Yo sigo disfrutando.
Salud Chicho!!!