11/04/2008

Suerte

Haciendo recurrente una actitud ya bastante preocupante de perder cada cierto tiempo mi billetera, con los riesgos y las dificultades que esto acarrea, suelen pasar también otro tipo de cosas.
El año pasado, no me acuerdo la fecha, me estaba tomando algo con una amiga, en un bar, y cuando llegó el momento de pagar, no tenía billetera a la vista. Podrán pensar que es el viejo truco de que se me olvidó la billetera, pero en esta ocasión no lo fue. De todas formas, hice los gestos adecuados de buscar en todos lados, cuando ya sabía que no la tenía conmigo. De ahí, hacer una regresión rápida de hechos hasta saber donde fue la última vez que la ví. Regresé a mi auto, ya enojado por la situación y masacrando mi autoestima, cuando el tipo que estaciona me pregunta si se me perdió algo... - Sí, por que? - le pregunto. - Porque le dejaron esto - me dice con cara de que acá me gané una buena propina. Lo que me habían dejado era un papel con un nombre y un teléfono de una buena persona que encontró mi billetera a la salida de mi auto, la guardó, con su plata incluida, y me la devolvió. Se debe considerar también que cuando lo llamé lo desperté, y que tampoco tuvo problemas incluso de conversar conmigo un rato, en medio de la calle, a la 130 de la mañana. Me sentí en el cielo y muy afortunado.
Más hacia el presente, el lunes a la mañana me desperté sin ningún tipo de identificación. Por más que busqué, mi billetera no estaba por ningún lado. Aparecieron de nuevo los fantasmas. La búsqueda de la Sra Bernarda no tuvo buenos resultados. No estaba. Cancelé tarjetas y me hundí nuevamente en la tortura de sentirme un total y completo imbécil. Pero cuando llegué a mi casa, una buena persona me había dejado una nota de que tenía mis documentos. Me volvió el alma al cuerpo. Llamé al teléfono y me contestó una señora, mujer de Luis, que había encontrado mis documentos. Luis resultó ser carabinero, y partí a su casa a buscar las cosas.
La Reina, conjunto de casas institucionales, con calles con nombres de cabos y capitanes. Antes de salir recordé algunos de los videos bastante famosos de estas fiestas de nuestros amigos de verde en las cuales se los ve pasándola bien, y le llevé una botella de vino a Luis.
Luis me recibió en su living, me invitó a pasar y a snetarme, me ofreció un vaso de bebida, todo esto sin despegarse de la tele de 50 pulgadas (con su respectivo Wii al lado, que en algún minuto pensé que iba a prender). El tipo me hablaba de lo importante de cuidar las cosas, de los procedimientos que tenían en la comisaría cuando encontraban algo, de un paco que habían agarrado robándose unas tarjetas, y que por eso, me había ido a dejar la billetera a mi casa. Todo esto sin despegarse de la tele, mientras el hijo daba vueltas y la señora preparaba la once.
Después de cerca de 30 minutos de monólogo, me pasó la billetera. No tenía plata, pero tenía todo lo demás. Después de eso le dije que me estaban esperando y me fui.
La verdad, no sabía bien que pensar. Tengo una extraña suerte que a veces tiene altas dosis de ironía.
Aquel que encontró mi billetera también tuvo su momento, porque me dejó el dólar de la suerte. Con la suerte no se juega, debió haber pensado. Sacó la plata y se fue.