4/01/2008

Residencia

Mis eternas manías de andar buscando bandas de sonido para los momentos en los que me da por pensar en lo que me rodea encuentra ahora sólo los estallidos de algunos fuegos artificiales, que tiene por autores a algunos colgados que vienen celebrando los 100 años de San Lorenzo desde hace una semana. San Lorenzo, no el santo, sino el club de fútbol, al que ubico apenas un escalón debajo de mi viejo y eterno querido Lanús.
Los aires me han vuelto a depositar en Buenos Aires, y cada vuelta es una nueva necesidad de pensar que es todo esto para mí.
Los tiempos, por más que los quiera dejar en stand by tienen esa maldita manía de avanzar sin ningún tipo de consideración, ni siquiera de la más piadosa que se le pueda pedir. Sólo un rato, para poder disfrutar sin las culpas y sin las presiones de que todo lo que me invade de este lugar sigue siendo parte de un paréntesis que se me acaba, que se que volverá, pero inevitablemente a cuenta gotas, dejando siempre lágrimas encerradas y confusas detrás de todo.
Ahora es distinto, siempre es distinto, aunque empecinado quiera seguir pensando que para mí Buenos Aires no es turismo, a veces me siento extraño, aunque camino por la calle con el aire y con la idea de que sigo siendo de acá.
No voy a dejar de serlo, pero la verdad es que no me resulta, o no me lo creo. O me lo cuestiono y sigo pensando boludeces.
Lo único es que por cada viaje siempre hay cosas nuevas. Nuevas personas que voy conociendo, nuevos amigos que voy sumando. Lugares a los que todavía no voy. Lugares a los que voy siempre. Viejos que están iguales. Familia que está más vieja. Emociones que no me dan mucha tregua. Gargantas rojas y abrazos apretados.
Los espacios donde surgen las dudas serán siempre mis lugares favoritos, no podría explicar bien por qué. Sólo que los alimento, los hago crecer, hacerse grandes. Tal como toda esta historia, donde termino siendo yo un protagonista sin guión, sin ruta, pero que vuelve siempre al mismo lugar que lo vio nacer.