9/12/2011

Matices

Tengo un montón de cosas en la cabeza de las que podría intentar escribir. Cosas que me producen una profunda alegría, como los días que estoy pasando y la compañía que tengo. Como la música que suena sin estridencias, y sin mayores pretensiones. Como el sur de Italia que abraza sin pedir nada a cambio. Los momentos se guardan bien adentro.
También siento una mezcla de rabia y frustración por ver lo que está pasando en Chile. Veo todo de cabeza, violento. Escucho un leguaje que quisiera desterrado de nuestras conciencias, siento que hay una herida profunda, muy profunda. Gente que sigue pensando que hablando fuerte y poniendo la pata encima es suficiente. Espero que no sea así. Que este sea el principio de un cambio que se ha demorado ya más de 200 años. Un nuevo Chile.
Siento, veo el camino abierto, largo, difícil. Como siempre.
Todavía queda un trecho largo por andar, para conocer nuevos lugares, para aclarar aún mas las ideas, para darme cuenta de mi lugar en este mundo. Pondré mis pies en lugares lejanos, tratando también que mi cabeza los acompañe.
No se si a Chile volveré igual como me fui. En Europa dejo muchas cosas, y me llevo también otras. Una promesa bajo la piel. Un puñado de goles. Un desafío superado. Un montón de lugares que ya no son desconocidos. Un montón de ideas, proyectos, sueños, amigos.
No se si sea momento de hacer la suma y la resta, aunque es poco lo que restar.
Por eso los matices, porque todo junto es algo difícil de agarrar. Ya habrá tiempo de mirar mejor, y de empezar a deshojar este año que ya se termina. Uno por uno, con calma.

3/10/2011

Mirta

Intentaré robar algunas palabras para poder salir de este silencio. No el que me tiene alejado de este blog, sino del que me quiere inundar el alma.
La muerte de una persona muy importante en mi vida me ha dejado sin palabras. Una de mis profesoras de infancia, una de las responsables de que sea quien soy, o de que alguna vez haya querido ser.
No tengo palabras.
Después leo un post de mi hermano sobre un pibe de 17 años llamado Yonlu, que se suicidó dejando un disco duro lleno de música, y un disco que te parte la cabeza de tanta sinceridad.
Me acuesto en mi cama para tratar de darme cuenta en que estoy pensando, en que quiero pensar. Y de verdad que no me sale una sola palabra. Quiero mandar saludos a Mirta, quiero decirle algo, pero no puedo.
La última vez que la ví, fue en su casa. Yo había ido a ver a Carmen, mi profesora de primer grado, quien me enseñó a bailar el baile de las letras. Yo ya vivía en Chile y no la veía hace mucho. Me dió un abrazo y me miró de arriba a abajo, como asegurándose que estaba todo bien. No me dijo casi nada y se fue.
Mirta era una persona que te marcaba a fuego, que te hacía mirar, que te enseñaba la diferencia entre escuchar y oír, entre leer y pensar, en el valor de la palabra bien dicha. Como dejar eso atrás?
Ahora la recuerdo con el corazón apretado, con lágrimas mientras escucho y me desgarro. No quiero pensar mucho, a veces es bueno abandonarse un rato en la pena, para remover un poco el interior.
Mañana seguro sale el sol, y todo vuelve a brillar y a girar. Con algo de saudade también, pero con luz, con alma. Con sonrisa.