8/03/2006

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Las ganas que nunca faltan me han impulsado a poner unas líneas por adelantado, a la memoria de la que somos parte, algunos más, otros menos.

Lejos de cualquier proselitismo o panfleto, debo decir que estos días han sido extraños, desde que se supo que Fidel está complicado. Después de tantos rumores sobre sus enfermedades, muertes, sacrificios y demases, el amigo tiene más vidas que todos los gatos juntos. Notable está Galeano en el libro de fútbol, que en cada nueva década hace su reseña de lo que ha pasado, y desde el 60 hasta la actualidad "fuentes muy confiables de La Habana anuncian que el gobierno de Castro está por caer..." dulces ironías para ver lo que nos toca ahora.

El punto es que me ha dado pena, y no tiene que ver con levantar banderas, sino con algo bastante más simple y humano. Con el tiempo a Fidel se lo termina queriendo. Aunque en algunos momentos de mi tierna juventud abracé sus ideales, patria o muerte y hasta la victoria siempre, el tiempo me ha distanciado y ya no es lo mismo. Quedan cosas, valores y convicciones, pero no los fundamentalismos. En fin. No se trata de esto.

Ahora, que el barba (como dice Diego) está mal, asoman un montón de personas, que incluso desde veredas políticas contrarias, han comenzado a sentir esta incipiente pérdida, levantando todo tipo de anécdotas, que en el fondo, lo único que han hecho es dejar claro que por sobre todas las cosas, Fidel es un gran tipo. Tiene cosas malas, como todos, pero es jugado y va a muerte con sus ideales, y en este mundo, eso es más que suficiente. Quedarán sus historias, sus discursos, sus lealtades y de las otras.

Todo esto ha removido recuerdos viejos, de aquellas muertes que me han marcado, que piantan lágrimas. Recuerdo ahora a Piazzolla, cuando llegaba a Buenos Aires en las últimas, a morir allá. A Soriano, en un verano de calor y su muerte injusta y temprana. A los BVSC, que se fueron todos juntos, de a poco, a seguir guarachando más allá. A Harrison. A Nina. A Luca, cuando recién lo empezaba a querer. Se me olvidan varios, seguro, la memoria ya los traerá de nuevo.

Todos ellos me dejaron algo y su retirada marca momentos a fuego.

Sin duda con Fidel es lo mismo, o más, quien sabe. Lo voy a extrañar cuando no esté. Espero que aguante un ratito más, para conocer Cuba antes de que le impongan que hacer, y porque no hay otros que lo puedan reemplazar (ni hablar de Chávez, ya se lo quisiera, pero la falta tanto....). Es todo.

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