1/13/2009

Calendario

Se me han pasado muchos acontecimientos, y no tuve el ingenio ni las ganas de ponerlos por escrito. En una suerte de abandono progresivo, que ya estaba tomando demasiado tiempo, vuelvo, me obligo a volver a escribir, aunque no tenga algo en mente que quiera decir.
En otras ocasiones, ante períodos de ausencia solía buscar algunas cosas que contar, pero ahora está raro, porque no se me ocurren muchas cosas, o porque las que se me ocurren no me llaman la atención.
Podría contar por ejemplo que estoy en una guerra sin tregua contra un batallón de palomas que me tienen invadida mi casa, pero que deben saber que no me voy a rendir. Ya estoy averiguando de las técnicas de combate más efectivas, pero estos pájaros se las traen, y no son hueso fácil de roer.
Podría seguir tratando de inventar algo que decir, pero entre medio me tendrían que dar ganas de dejar de decir huevadas y darme una vuelta por las cosas que realmente importan.
Pasó el año nuevo y pasó mi cumpleaños, y ambas fueron ocasiones con una cuota importante de movimiento.
El año nuevo para mí siempre ha guardado un significado muy importante. De niño era mi navidad, era la fecha en la que me daban regalos, que se juntaba la familia, que tiraba cohetes y echaba a volar mis buenos deseos en globos de papel.
Son épocas de la quinta, de mis abuelos, de tardes de calor y de mucha siesta, de la piscina con el agua más fría que he conocido, de almuerzos que de tan largos se terminaban juntando con la cena. De mirar durante horas a los grandes, jugando al truco o al ajedrez.
Este año pasó con fuerza, el 2008 se hizo sentir. Alguien me dijo que los años terminados en 8 son una mierda, no se por qué, yo no estoy seguro, aunque el 98 lo voy a recordar como un punto de inflexión en mi vida, porque casi se me va un hijo.
La noche de año nuevo de nuevo (valga la redundancia) me llevó a Valparaíso. Era la primera vez en mi vida que iba a estar sin mi familia en año nuevo. Pero estuve con Elisa y fue buenísimo. Entre los fuegos se me aparecían imágenes, no pude evitar contener las lágrimas. Mi abuelo se me aparece siempre, y extrañe mucho a los niños. El año anterior los tenía aferrados a mí, cagados de susto con los fuegos, que explotan (literalmente) uno tras de otro. Todavía no les doy el abrazo, pero ya están casi de vuelta.
Pasó también mi cumpleaños, ya tengo 32, ya no soy un pibe. Tuve varios almuerzos y contra toda tradición, no celebré en mi casa. No cociné, no me angustié con los cálculos, no hice la cuenta de cuantos podrían llegar y todas las cosas que siempre ocurren. La fiesta estuvo muy buena, las fotos no las tengo, pero hay. Las debo.
La centolla de rigor está esperando entonces una nueva oportunidad...
Y para mis esquivos lectores, que no tienen la buena costumbre de dejar comentarios, les mando un atrasado saludos de bienvenida del nuevo año.

1 comentario:

yus dijo...

bueno, el tiempo no tiene por què ser siempre un maní.... tb puede ser una centolla.