6/19/2007

Compañero

Hace poco estuvo de visita una tía. Viaja mucho, y de repente los aviones la pasan a dejar por acá, por uno o dos días. Mi tía, desde el punto de vista que se la mire, es realmente un personaje de culto. Tiene más historias que el Libro Gordo de Petete (ojo que esto no lo digo en sentido figurado, cuando era chico tenía uno). Pero este post no es sobre mi tía, uno para ella serían varias páginas y otro tono.
El asunto es que me junté con ella en un centro sindical, me invitaron a compartir un asado y unas copas con dirigentes y con afiliados de la confederación de gráficos. Gran ambiente, gente de buena cepa, que hace carne ideales y valores políticos que muchas veces se entienden desde discusiones y teoría, pero que cuesta elevar al plano de la vida, real y palpable. Obreros, operarios, trabajadores. Con esto no quiero hacer ningún tipo de apología, simplemente poner contexto a lo que quiero escribir.
Entre las personas que estaban en la sede, habían algunos dirigentes de otros lados. Había un nicaragüense y un sueco, que hablaba un inglés horrible y al que no le entendí mucho de lo que conversamos.
Pero aquí viene lo que me llamó la atención por sobre lo anecdótico (entre lo anecdótico incluyo el set de canciones, con el clímax de una versión de La Internacional a dúo en español y sueco, tomados de las manos, notable).
Al sueco había que traducirle lo que hablaban todos, los brindis, pasame el vino, me das una servilleta, cualquier cosa. Habían instantes más solemnes, donde habían algunos que querían hacer brindis y todos se callaban. Ahí surgían palabras profundas. Entre ellos se tratan de compañeros, con todas las letras bien marcadas, con una pronunciación fuerte, y con un sentido de pertenencia que ya se lo envidiaría cualquier club de fútbol.
Cuando le traducían al sueco, la palabra compañeros iba tal cual como suena, no era partner, companion, ni comrade, como uno podría pensar. Y el sueco, la escuchaba, y sabía perfectamente a que se refería. Eso, tan simple, fue lo que más me llamó la atención en esa noche. Ser uno más de los compañeros es algo mucho más grande que una palabra, y ciertamente desborda por completo su traducción.
La verdad es que lo pasé muy bien, no conocía a nadie más que a mi tía y a una amiga de mi prima que la acompañaba, pero a los demás es como si los conociera de siempre. Conversé de todo, de política, de fútbol, de historia. En fin, me sentí compañero, igual que todos los demás. Y no es una exageración.
Otro día escribo otras reflexiones respecto de las diferencias entre la ideología hablada y la que se vive.

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