Las puertas se abren más de mil veces. Por igual cantidad de veces que se vuelven a cerrar. Eso podría ser una ecuación que deja siempre en el mismo lugar. Pensarlo así sería un enorme error.
Cada palabra empieza a construir todo de nuevo, peleando con los ruidos y con las amarras, que son ciegas, que no quieren ver. Que no se dan cuenta. Que somos nosotros mismos, los que atamos y los que quedamos atados. Que fácil sería poder deshacer y volver a empezar, no volver a tropezar, no caerse ni negarse a oír, no ver, dejar de sentir.
Empiezo de nuevo a empujar el carro, aunque no estoy seguro si tomaré los mismos caminos. Más de alguno se repetirá, al menos hasta la próxima vez que vuelva a empezar.
No quiero dejar de mirar atrás. No quiero olvidar, y seguir adelante cargando con los mismos miedos, con la misma esencia. Sin esperar nada. Sólo seguir, y las llaves seguirán abriendo las puertas, y las cosas seguirán adelante. Y en el aire quedará mi voz y mi olor. Y cada paso será un día nuevo.
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